Cuando era pequeña yo decía que iba a ser dentista. Por algún motivo, me gustaba todo lo que tenía que ver con los dientes. Siempre que tenía un diente flojo, según yo profesionalmente me lo quitaba. Juraba y perjuraba que ser dentista era mi sueño. Conforme pasaron los años, me di cuenta que ser dentista estaba lejos de lo que en realidad quería. Por mucho tiempo no estuve segura de lo quería e inclusive dudé un poco sobre la profesión que elegí. Sin embargo después de casi 4 años de estudiar lo que estudio me convenzco de que elegí la carrera correcta.
Siempre fui buena en las matemáticas, era algo que se me facilitaba demasiado. Geografía, historia y civismo eran mis peores materias. Toda materia que contenía material de memorizar era mi debilidad . Fue entonces que decidí que tenía que ser ingeniera. De las ingenierías, me gustaba la química y lo industrial. De estas dos, decidí irme por la química. ¿Me cuesta trabajo? Sí. Al principio no quería creer que era una de las carreras más difíciles, pero poco a poco me fui dando cuenta que sí lo era. Largas horas de estudio, fines de semana de no salir, desveladas y desmadrugadas, barritos en la cara, uñas cortas y estrés interminable reinaron mis días. Falta poco y hasta ahora ha sido un reto, pero lo he logrado y sé que lo voy a lograr.
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