Los primeros tres días, estuve pensando en adoptarla. Claro que mi madre se oponía a tal situación, pues ella desde siempre había dicho que nunca quería un perro en la casa. Y eso me remonta a mi primera perrita. Cuando tenía yo unos tres años de edad, tenía una perrita (cuya raza no recuerdo, pero creo que era muy buena raza) y de nombre Daisy. La perrita era hermosa y vivía en las oscuras esquinas de mi patio. Como buena perra, cagaba en donde fuera, y mi madre detestaba tener que andar limpiando el patio y recogiendo cacas por doquier. Así que un buen día, llamó a uno de esos contactos que uno llama cuando se quiere deshacer de su perrita, y se la llevaron. Desde entonces nunca más volví a tener un perrito. Y mi madre siempre sostuvo su palabra, no perritos hasta que alguien se hiciera responsable de sacarla a pasear a que el perro hiciera de sus necesidades en otro lado.
Regresando a Canela. La estuve alimentando como tres días en mi cochera y de pronto, me seguía a la parada del camión. Un día sí que me di un sustote! Para caminar a la parada del camión, tengo que cruzar una mega avenida en donde los carros transitan sin piedad, a altas velocidades, y pues sí... La perrita detrás de mí, cruzó la avenida conmigo, casi la atropellan, ya lo veía venir. Y no había forma de que no me siguiera. Entonces hice lo más sabio que se me ocurrió, pues no iba a dejar a la perrita ahí desamparada para que cuando intentara regresar la atropellaran, oh no! Entonces rápidamente le hablé a mi madre, le conté la situación e hice que fuera por la perrita a la parada del camión. Todo salió bien ese día.
Al día siguiente, lo mismo sucedió. Pero esta vez fui más inteligente. Para que no me siguiera, la metí a mi patio y listo! Y así fue como decidí que esa perrita era para mí. Desde entonces la perrita, alias Canela, vive en mi casa. Ya ni sé si cumplió dos o tres años conmigo (Agosto 2007/2008).
Poco tiempo después de que la adopté, encontró la manera de salirse de mi patio, pues cabía por un pequeño cuadrito de la reja, y nada tonta ella, se salía de repente de la casa. Había días en la mañana en que antes de irme a la escuela la encontraba merondeando afuera, y enojada yo la metía de regreso a la casa, hasta que un día justo después de llegar de la escuela, escuché a mi madre gritando como loca: "¡¡¡Atropellaron a la Canela!!!" Y sí, la tonta estaba queriendo agarrar el sol a media calle, tirada ahí esperando a que le dieran la vuelta, pues era su calle. Tonta Canela, la atropellaron. Me arranqué llorando a la escena y encontré a mi perrita ahí tirada. Sin poder moverse. Y lloré como loca, y le marqué al novio y lloré otro poquito más. Y la llevé al veterinario con la esperanza de que todo iba a salir bien. Se quedaron con mi perrita por una semana. El carro que le pegó le dislocó la cadera, y yo... llorando sin ton ni zon. El doctor dijo que todo estaría bien mientras la mantuviera sin movimiento. La Canela no puede estar ni un minuto sin moverse, ¿cómo carajos iba a evitar que se moviera? Pues, la encerré en mi baño y estuvo ahí una semana sin moverse más que de esquina a esquina. Creo que la cadera se le curó muy bien, aunque después, adquirió el don de mover las caderas como "Shakira", pa ya y pa ca, pa ya y pa ca... Una risa. Total que mi felicidad regresó cuando la Canela caminaba normalita.
Ahora, Canela es parte de mi familia. Mi madre la adora con todo su ser. La perrita le brinca, le ladra, la muerde, la rasguña cuando siente que mi madre se va. Cuando escucha las llaves del carro, cuando escucha que mi madre apaga la compu, cuando la ve salir por la puerta, cuando va a la tiendita, la sigue hasta para ir al baño. Ay mi Canel... qué bonita perrita.
¿Apoco no es una ternurita?
Ah claro, para querer a una mascota así la raza es algo que sale sobrando!
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